XLVI

Tu independencia es su fracaso
Tu victoria, su rabia

El camino es tuyo,
sólo temen que te des cuenta

No regales ese camino a quien no lo merece
Avanza por ti misma, no esperes su ayuda
la de nadie

Tienes la potencia necesaria, el carácter para hacerlo
la razón de tu parte
La luz

Sólo te necesitas a ti para conseguirlo

Tú,
Contigo
Con tu fuerza
Tu energía
Tu poder
ES SUFICIENTE

Reconócete en ti:
Si aún sigues aquí, es que estás viva

Fernando Riquelme
Si aún sigues aquí, es que estás viva

 

La luz irrenunciable: análisis de un renacimiento

En este poema, que cierra el libro y le da sentido, Fernando Riquelme condensa la esencia de todo el viaje: el tránsito de la opresión a la autonomía, de la herida a la dignidad. Cada verso es un peldaño hacia la conciencia de la propia fuerza, un recordatorio de que la libertad interior no se mendiga ni se delega, sino que se conquista y se reconoce en soledad, en la intimidad de la propia voz.

El poema late con una energía contenida y, a la vez, expansiva. La independencia de la protagonista no es solo un acto de ruptura, sino una afirmación que incomoda a quienes la rodean: “Tu independencia es su fracaso / Tu victoria, su rabia”. El yo lírico se dirige a sí misma, y a todas, en una segunda persona que es espejo y abrazo, empuje y consuelo. El camino, símbolo de la vida y de la elección, se revela como un territorio propio, inalienable, que solo teme el poder ajeno cuando la protagonista no es consciente de su derecho a recorrerlo.

Riquelme utiliza la anáfora (“Tú, / Contigo / Con tu fuerza / Tu energía / Tu poder”) para construir una letanía de autoafirmación, una suerte de mantra que va despojando a la protagonista de las cadenas impuestas por la culpa, la dependencia o el miedo. El poema es, en sí mismo, un acto de restitución: la protagonista se reconoce suficiente, digna, capaz. La luz, que aparece como metáfora de la razón y de la esperanza, no viene de fuera, sino que brota de la propia conciencia.

El verso final, que da título al libro, resuena como un eco de supervivencia y de celebración: “Si aún sigues aquí, es que estás viva”. No es un consuelo menor, sino la constatación de una victoria cotidiana, silenciosa y, sin embargo, inmensa. El poema, y con él el libro, se cierra como se cierran las heridas que han aprendido a no doler: con la certeza de que la vida, pese a todo, sigue siendo posible, deseable y propia.

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