MI ALMA YA PERFUMADA

 

Sobrevolaba el cuervo

el vasto Cielo,

cual ave siniestra

en pleno duelo.

 

Y viendo que yo muero,

su oscura estela

marcaba mi tiempo

en duermevela.

 

La noche no era,

no fue como esperaba,

y pendiendo de un hilo,

mi vida me amenazaba.

 

Mi Alma ya perfumada

suplicaba por mí misma,

prometiendo olvidar penas,

estampando bien su firma.

 

Y viendo desde otro prisma

enseguida me di cuenta,

que mi muerte ya se fue,

que ya se dio “ella” la vuelta…

 

Mi Alma ya perfumada. Explicación de la autora: Normalmente uno se perfuma cuando ya está arreglado y a punto de salir de casa. Decir que tengo el Alma perfumada es decir que mi Alma está preparada para abandonar mi cuerpo. Soy de las que piensa que cuando una persona “muere” emocionalmente, puede hacerlo físicamente, por el deterioro que sufre. Así que “ver desde otro prisma y que mi muerte se de la vuelta”, significa que al cambiar mi perspectiva de las cosas, ya no muero emocionalmente, por tanto físicamente tampoco.

“El perfume del alma: un renacer desde las sombras”

En este poema, el alma se convierte en un jardín secreto, perfumado y listo para abandonar su morada terrenal. La imagen del cuervo sobrevolando el vasto cielo es un presagio oscuro, un eco de Poe que trae consigo la sombra de la muerte emocional, esa que consume lentamente hasta amenazar con lo físico. Pero aquí, la muerte no es un final irrevocable; es un espejo que refleja la posibilidad de cambio.

La noche, escenario de duelo y desvelo, se presenta como una enemiga traicionera, no como se esperaba. Sin embargo, en su fragilidad, el alma perfumada se alza como un acto de resistencia, una súplica por sí misma. El perfume no es solo un adorno, sino un símbolo de preparación y dignidad ante lo inevitable. Es el aroma de quien ha decidido enfrentar sus penas y firmar su renuncia a ellas.

El giro llega cuando el prisma cambia. La muerte, que parecía ineludible, da la vuelta. Este cambio de perspectiva es el corazón del poema: la revelación de que no todo está perdido. Es una danza entre la desesperanza y la redención, donde el simple acto de mirar desde otro ángulo puede devolvernos a la vida.

El lenguaje del poema está impregnado de metáforas que invitan a sentir más allá de las palabras. El cuervo no solo es un ave; es el peso del duelo. El perfume no solo es fragancia; es la esencia del alma lista para trascender. Y la noche no es solo oscuridad; es el espacio donde se libra la batalla más íntima.

Este poema nos habla de cómo la muerte emocional puede ser derrotada con un cambio interno. Nos recuerda que incluso en los momentos más oscuros, cuando todo parece perdido, hay una posibilidad de renacer si somos capaces de mirar con nuevos ojos. Es un canto a la resiliencia del alma humana, esa que, aunque perfumada y lista para partir, puede encontrar razones para quedarse y florecer nuevamente.

 

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