ENTREVISTA A LUCÍA GARCÍA RAMOS
CON MOTIVO DE LA PUBLICACIÓN DE “RENACIDA EN MI CALMA”
- Lucía, “Renacida en mi calma” es tu segundo poemario después de “Ama desde tus adentros”. ¿Cómo ha evolucionado tu voz poética entre ambos libros? ¿Qué descubriste sobre ti misma como escritora en este proceso?
Mi voz poética ha evolucionado al mismo ritmo que yo. Ama desde tus adentros nació desde un impulso muy necesario de volcar hacia fuera todo lo que llevaba dentro: mis heridas, mis búsquedas y mis primeras certezas sobre el amor propio o el amor en general.
En Renacida en mi calma, en cambio, mi escritura respira de otra manera. Hay más silencio, más contemplación, más verdad depurada. Me permití escribir sin prisa, escucharme más profundo y dejar que cada verso apareciera solo cuando realmente tenía algo que decir. Ya no escribo desde la necesidad de soltar, sino desde el deseo de comprenderme. En este proceso descubrí que mi voz es más serena de lo que creía, y que la vulnerabilidad no está solo en mostrar las heridas, sino también en reconocer la calma que llega después.
- El título del libro habla de renacer en la calma, no desde el caos ni desde la euforia. ¿Por qué la calma? ¿Qué representa para ti ese estado emocional y cómo llegaste a él?
Elegí la calma porque fue el lugar al que llegué después de atravesar mis propias tormentas. El caos me enseñó, pero la calma me transformó. Para mí representa un estado de presencia, de verdad y de escucha profunda. No llegué a ella de golpe, sino poco a poco, aprendiendo a sostenerme, a nombrarme y a habitarme sin miedo.
Empecé a hacer pequeñas pausas, a observar mis emociones sin juzgarlas, a permitirme sentir sin dramatizar. Y ahí entendí que la calma también es fuerza, que el silencio también transforma, y que desde ese sosiego puedo renacer de una forma más consciente y más auténtica.
Por eso Renacida en mi calma no es solo un título: es una declaración del lugar interior desde el que decido vivir y escribir.
- La estructura del poemario es muy deliberada: cinco secciones perfectamente simétricas que trazan un viaje desde “Renacer” hasta “Horizontes”. ¿Cómo surgió esta arquitectura? ¿Escribiste los poemas ya pensando en esta progresión o la estructura emergió después?
La arquitectura del poemario no nació desde la mente, sino desde el propio proceso de escribirlo. Al principio no tenía una estructura definida, los poemas iban llegando de forma muy natural.
Fue cuando reuní todos esos textos que empecé a ver un hilo claro: había un recorrido, un movimiento interno que se repetía. La simetría de las cinco secciones no fue planificada desde el inicio, pero cuando apareció, sentí que reflejaba perfectamente ese tránsito. Cada parte es una estación de un viaje íntimo, y juntas componen un mapa emocional que guía al lector desde el renacer hasta la apertura hacia nuevas posibilidades.
Fue escuchar lo que el propio libro quería ser y ordenar los poemas para honrar ese viaje interior.
- En cada sección, el último poema introduce una nota de vulnerabilidad: “Los días que no soy luz”, “Cuando me permito caer”… Parece que conscientemente quisiste evitar el optimismo lineal. ¿Por qué fue importante para ti mostrar que el crecimiento personal no es una línea recta ascendente?
Porque el crecimiento real nunca es una línea recta, y fingir que lo es sería traicionar la verdad de quienes leen y la mía propia. No quería escribir un libro donde todo parece resolverse mágicamente, donde cada capítulo termina en un triunfo. La vida no funciona así, y la sanación tampoco.
Para mí era fundamental mostrar que incluso en los momentos de mayor claridad hay sombras que regresan, días grises, dudas, cansancio. Esos últimos poemas de cada sección son como pequeñas grietas que permiten que entre luz, pero también recuerdan que el renacer no borra la fragilidad: la integra.
Quise dejar claro que no pasa nada por no estar bien todo el tiempo, que permitirse caer también forma parte del proceso de levantarse. La vulnerabilidad no es un retroceso: es una forma de honestidad. Y creo que esa honestidad es la que conecta de verdad con la gente que encuentra refugio en la poesía.
Mostrar esos altibajos era una forma de aprender a acompañarte en cada tramo, incluso en los bajones.
- Hay un verso que dice “Me temblaban las manos / pero la voz salió firme”. Esta tensión entre el miedo físico y la determinación vocal aparece en varios momentos del libro. ¿Crees que la poesía puede ser ese espacio donde la voz sale firme, aunque las manos tiemblen?
Sí, absolutamente. Para mí la poesía es precisamente ese lugar donde la voz puede salir firme, aunque el cuerpo aún tiemble. Es un refugio, pero también un acto de valentía. Muchas veces, en la vida cotidiana, nos falta aire para decir lo que sentimos, o nos pesa el miedo a mostrarnos vulnerables. Pero en la poesía hay una libertad diferente: podemos nombrar lo que nos duele, lo que dudamos, lo que anhelamos… sin tener que sostener la mirada de nadie.
Cuando escribí ese verso estaba pensando exactamente en eso: en cómo, a pesar del temblor, hay una parte de mí que ya ha entendido el camino. Es como si la voz supiera algo que el cuerpo todavía está aprendiendo a confiar. Un espacio donde el temblor no resta fuerza, sino que la hace más auténtica.
- Incorporas una referencia explícita a Mario Benedetti en el poema final: “la alegría se defiende”. ¿Qué significó para ti dialogar con su obra? ¿Qué otros poetas han sido compañeros de viaje en tu formación literaria?
Dialogar con la obra de Benedetti fue casi inevitable para mí. Él siempre ha sido un poeta que consigue algo mágico: decir cosas inmensas desde una sencillez luminosa. Cuando escribí “la alegría se defiende”, sentí que estaba conversando con esa parte suya que recuerda que la esperanza no es ingenuidad, sino resistencia.
La verdad que, sinceramente no me he centrado en otros poetas, me he empapado mucho de él y también he leído mucho en gente anónima de las redes.
- Tu poesía utiliza metáforas muy corporales: piel que se desprende, piedras que pesan en los hombros, manos que tiemblan. ¿Por qué era importante para ti encarnar las emociones en el cuerpo, hacerlas físicamente tangibles?
Porque, al menos para mí, las emociones no viven solo en la mente: se manifiestan en el cuerpo, lo tensan, lo ablandan, lo cansan, lo fortalecen. Siempre he sentido que lo que no logro nombrar con palabras, mi cuerpo lo dice por mí. Por eso necesitaba que en el libro lo emocional tuviera textura, peso, temperatura. Que no fueran solo ideas, sino sensaciones que cualquiera pudiera reconocer en su propia piel.
Cuando hablo de una piedra en los hombros, no hablo solo de preocupación: hablo de ese cansancio físico que todos hemos sentido alguna vez. Cuando digo que las manos tiemblan, no describo solo miedo: describo la vibración real de enfrentarse a algo que importa.
Encarnar las emociones era una forma de ser honesta. No quería hablar de la sanación como algo etéreo o filosófico, sino como un proceso que se vive con todo el cuerpo: se respira distinto, se camina distinto, se duerme distinto. El cuerpo es el primer territorio donde ocurre el cambio.
Además, creo que lo corporal crea un puente inmediato con el lector. Todos sabemos lo que es que algo nos duela en el pecho, que nos arda la garganta, que nos pese el alma como si fuera músculo. Hacer tangibles esas sensaciones era mi manera de recordarnos que lo que sentimos no es una teoría: es vida pasando a través de nosotros.
- Vivimos en una época donde la poesía circula masivamente por redes sociales, en fragmentos breves, consumida rápidamente. Tu libro propone una lectura más pausada, una estructura que invita a recorrer un camino completo. ¿Cómo ves el papel de la poesía en este contexto digital? ¿Crees que tu libro dialoga o resiste a esas formas de consumo?
Creo que la poesía tiene un papel muy valioso en el contexto digital, porque sigue recordándonos que incluso en la rapidez hay espacio para la profundidad. Las redes permiten que los versos viajen y lleguen a personas que quizá nunca se habrían acercado a un poemario, y eso me parece hermoso.
Pero Renacida en mi calma nace desde otro ritmo. No pretende competir con la inmediatez, sino ofrecer un lugar donde detenerse. Más que resistir al consumo rápido, creo que dialoga desde otro tiempo: invita a leer despacio, a respirar entre poema y poema, a recorrer un proceso completo y no solo un destello.
En un mundo que va tan rápido, ofrecer calma también es una forma de conversación.
- Tu poesía es muy accesible, habla con lenguaje directo sobre experiencias reconocibles. Algunos críticos podrían decir que sacrificas complejidad por accesibilidad. ¿Cómo respondes a esa tensión? ¿Crees que la poesía debe ser necesariamente hermética para ser profunda?
No creo que la profundidad dependa de lo complicado que sea un poema. Yo escribo con un lenguaje accesible porque quiero que quien me lea pueda sentirse dentro del verso, no fuera de él. La sencillez no es falta de complejidad; es elegir decir lo esencial sin esconderlo.
Algunos poemas herméticos son maravillosos, pero no creo que la poesía tenga que ser así para ser valiosa. Cada voz encuentra su forma. La mía busca cercanía, verdad y emoción limpia. Prefiero que mis palabras lleguen al corazón antes que imponer una barrera intelectual entre el lector y lo que quiero transmitir.
- Para terminar: ¿qué esperas que le suceda a alguien que lea “Renacida en mi calma” en un momento difícil de su vida? ¿Qué te gustaría que la poesía hiciera por esa persona que quizás no sabías que necesitabas cuando empezaste a escribir estos poemas?
Ojalá que quien lea Renacida en mi calma en un momento difícil sienta, aunque sea por un instante, que no está solo. Que sus emociones tienen un lugar donde descansar. No escribí este libro para dar respuestas, sino para acompañar. Si mis versos pueden ser un abrazo, una pausa o un soplo de alivio, ya habrá valido la pena. Me gustaría que la poesía le recuerde a esa persona algo que yo misma tuve que aprender: que la calma no es ausencia de dolor, sino un espacio donde podemos respirar un poco mejor.
Que incluso en medio del miedo hay una parte de nosotros que sigue buscando luz. Y que cada pequeño paso, incluso los que se dan temblando, también es un renacer.
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