“LO SIENTO, TE QUIERO”

*Aquel banco seguía en el mismo sitio de siempre,
con el tiempo detenido,
viendo pasar las horas,
viendo pasar febrero.

La nana ya no es música,
se volvió un simple recuerdo del ayer.
Viajar se convirtió en monotonía,
el hogar vive conmigo día a día.

Dejé de observar la belleza en el espejo
-ahora la aprecio en sus ojos-,
decidí crear la mía propia.
Las 203 palabras atragantadas en mi garganta
salieron volando por fin,
y continué el siguiente capítulo en una nueva hoja del cuaderno.

Compré uno nuevo,
demasiadas cenizas lo ennegrecieron.

Nuevas historias condenadas al fracaso,
una nueva por disfrutar cada segundo.
Curaron mis alas mientras yo las cicatrizaba,
ahora tienen un pedacito suyo.*

L.M. White | “Lo siento, te quiero. Crónicas de una mente desordenada”

Análisis: Memorias aladas de un cuaderno quemado

Este poema late como arteria central del libro, cicatriz que sangra tinta y se cierra con versos. El banco inmóvil no es mueble urbano, sino altar de nostalgias donde febrero –mes de sombras cortas y amores marchitos– congela el tiempo. White convierte la hoja en espejo roto: ya no busca reflejos ajenos, sino que talla su propia belleza con buril de poeta.

Las 203 palabras atragantadas son perdigones de silencio que finalmente estallan en vuelo. El cuaderno nuevo comprado –acto ritual de renacimiento– lleva en sus páginas la paradoja de toda creación: condena al fracaso y celebración del intento. Las cenizas no son residuo, sino polvo estelar de lo que ardió para iluminar.

Cuando escribe “curaron mis alas mientras yo las cicatrizaba”, nos muestra la herida como costurero de plumas. Cada cicatriz –verso, suspiro, relámpago nocturno– teje el plumaje para un vuelo distinto. Ese pedacito suyo que queda en las alas no es lastre, sino brújula: reconocimiento de que el amor, incluso roto, nos transforma en cartógrafos de nuevos cielos.

La autora no escribe desde la resignación, sino desde el temple del acero que se forja al rojo vivo. Su optimismo no es ingenuo –sabe que las historias llevan el germen del fracaso–, pero elige la esperanza como acto de rebeldía. En cada sílaba late la paradoja del título: disculpa que es declaración, adiós que sigue siendo abrazo.

Este poema respira como criatura mitológica –medio fénix, medio esfinge– que interroga al tiempo desde la fragilidad. White nos entrega no un cierre, sino un umbral: ese instante preciso en que las cicatrices dejan de doler y se convierten en mapas de navegación emocional.

Summary
"LO SIENTO, TE QUIERO" una poesía de L.M. White, Análisis de Ana María Olivares para la Revista Poesía eres tú.
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"LO SIENTO, TE QUIERO" una poesía de L.M. White, Análisis de Ana María Olivares para la Revista Poesía eres tú.
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Este poema late como arteria central del libro, cicatriz que sangra tinta y se cierra con versos. El banco inmóvil no es mueble urbano, sino altar de nostalgias donde febrero –mes de sombras cortas y amores marchitos– congela el tiempo. White convierte la hoja en espejo roto: ya no busca reflejos ajenos, sino que talla su propia belleza con buril de poeta.
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