José Carlos Turrado de la Fuente, nacido en Valladolid en 1980, no solo es un reconocido poeta, sino también un dedicado profesor de Lengua Castellana y Literatura. Su trayectoria literaria, que abarca más de treinta libros en diversos géneros, ha sido galardonada con diferentes premios, incluyendo el reconocimiento de la Asociación de Editores de Poesía por sus poemarios anteriores.
Pequeña poesía de cámara se presenta como una colección íntima y variada, que explora temas universales desde una perspectiva personal y contemporánea.
Les invitamos a sumergirse en las palabras de este destacado poeta, cuya obra nos recuerda la importancia de “llevar una vida poética” en estos tiempos de constante cambio y desafío.
Entrevista
ÍNDICE
P.-¿Qué le inspiró a escribir Pequeña poesía de cámara?
La recopilación está estrechamente unida a las anteriores, forman un todo fácil de percibir. Por ejemplo, no se oculta que participan de las mismas formas, tópicos e incluso lemas. Los doscientos y pico poemas se agruparon buscando matices de tono y mensaje que se deberían conseguir a partir del diálogo interno que establecen los textos entre sí. Pequeña poesía de cámara, y espero que se haya logrado al menos en parte, abunda más en la recreación de ambientes privados, íntimos, domiciliarios, de apariencia confesional. Representaría, de algún modo, mi particular versión de una poesía de la experiencia.
Es un ejercicio que suelo practicar al plantearme un poemario. Esquivando lo programático, para que a lo universal-literario no se le note el cartón piedra y pierda realización estética, proyecto versiones particulares de lo renacentista, lo barroco, lo clásico, lo romántico, lo modernista, lo noventayochista, etc. El conjunto de mi obra intenta ser integrador y tiene no poco de apocalíptico: desde nuestra atalaya posmoderna, deberíamos, precisamente ahora, ser más capaces que nunca de obtener síntesis válidas de la trayectoria cultural de la Humanidad. Que se insista en lo contrario, que se vaya exactamente en la dirección opuesta, no dice nada bueno de nosotros. Seremos recordados como las generaciones cobardes, que no se atrevieron a utilizar todo lo que habían aprendido. No nos atrevemos a ser buenos poetas. Es tristísimo. Nos falta la honestidad, lo que viene casi a significar que nos falta la poesía. Era Gamoneda el de “hace falta ser muy hombre para la poesía”, ¿no? Nos falta humanidad.
No sé si al lector, frecuentemente mitómano sobre todo en lo que se refiere al género lírico, le gustará saber esto: por supuesto, es todo invención, el yo poético es completamente ficcional. A pesar de lo que se indica en el proemio, ni el yo poético se corresponde conmigo, ni ha habido viaje ninguno ni nada por el estilo. Escribo los poemas en mi casita, tan tranquilo. He viajado mucho a lo largo de mi vida, pero lo cierto es que, en los últimos años, no me he movido casi nada.
P.-El título del libro es bastante sugerente. ¿Podría explicarnos qué significa para usted y cómo se relaciona con el contenido de la obra?
Alude a la música de cámara, de interiores: piezas breves, con pocos instrumentos y escasa parafernalia… experiencias y motivos literarios inspirados en la vida privada: hacer una trenza, salir al patio, escuchar las campanadas, hacer el amor, dormir junto a alguien, conversar en la cama… En fin, poesía de habitación.
P.- En el proemio, usted invita al lector a llevar una “vida poética”. ¿Qué entiende por este concepto y cómo cree que se puede aplicar en el día a día?
La poesía es la expresión humana por antonomasia. No olvidemos que es la primera entre las artes precisamente porque es la que se hace con lenguaje. Zambrano, el último Heidegger… La poesía es lo más humano que podemos hacer, por definición. Llevar una vida poética implica, de suyo, vivir de verdad, vivir una auténtica vida humana. De ahí su casi milagroso efecto catártico, la iluminadora sensación de epifanía y serendipia, su liberadora capacidad de transmitir autenticidad: “Esto está, por fin, bien dicho; he conseguido decirlo de verdad”, “¡lo he captado, por fin lo he entendido!”. ¡Oh, feliz y fugaz efecto de la poesía! Va en lo mismo la irónica situación: “Si te lo explico, ya lo estropeo, lo envilezco”. Pero no deberíamos engañarnos, todo el mundo sabe perfectamente qué sería una vida poética. Quien quiere discutirlo, quien busca polemizar o teorizar de más, sencillamente, lo hace porque no quiere llevarla, no se siente capaz, o digno, o lo que sea. Pregúntenle a Jung. O a Unamuno cuando renunció a meterse más con Darío cuando le respondió, simplemente, “Miguel, sé bueno”.
No pongamos excusas, seamos buenos.
La Posmodernidad es la Edad del Miedo. No podemos seguir viviendo con este miedo, nos está matando, si no lo ha hecho ya. La “Humanidad de la Era del Miedo” ya no merece la pena, carece de valor y de interés, es caos, es la Nada. Zambrano, Heidegger, incluso cierto Adorno: o poesía o Nada: ha llegado la hora de la verdad.
P.-Su poemario presenta una variedad de formas poéticas. ¿Cuál es su relación con la métrica tradicional y cómo la combina con estilos más contemporáneos?
Sé que mi poesía, a mucha gente, le parece tradicional, recuperacionista y esas cosas. Yo no participo de ese enfoque. Soy un inocentón. Lo único que pretendo es escribir bien. Soy filólogo, filólogo de verdad, de los que saben cosas, conozco bien la Historia de la Literatura, para mí todo es herramienta, recurso… Utilizo poco los estilos contemporáneos por su flagrante estolidez. No sirven para escribir poesía. Quizá sí para hacer psicoterapia, vender colonia o el último disco de Manolo el del Bombo, pero para escribir poesía no. Por lo demás, resulta sintomático que la lengua literaria, y ya sucedía en los tiempos de Homero, al ignorante le parezca arcaizante. Obviamente, no es por casualidad.
Aparte de eso, ¿hay algún imbécil que se crea más moderno que Hölderlin o Rimbaud? (Prefiero no contestar.) No hay nada más conservador que la estupidez y la ignorancia. Ya vale de inventores del huevo, que estamos en la fecha en la que estamos. La mayor parte de los “transgresores” y “provocadores” escritores de las últimas generaciones a mí me aburren hasta la náusea. “J*der, otra vez la misma murga”.
P.- Varios de sus poemas abordan temas como el amor, la naturaleza y el paso del tiempo. ¿Qué papel juegan estos temas en su visión poética?
Son de la poesía porque son la vida humana. Nunca cambiarán mientras existan los hombres. Machos y hembras. Nuestra especie se llama “el hombre”. El hombre, el topillo, el caballo, la ballena, la mariposa, la hiena… Desde luego, parecemos retrasados mentales. Sería muy gracioso si no estuviera ocurriendo de verdad. No sé cómo no se nos cae la cara de vergüenza. Cualquier día me van a meter en la cárcel por explicar la heteronimia. Me gustaría estar bromeando, pero mucho me temo que no. Ya ha pasado. Los profesores de Lengua nos la estamos jugando.
P.-En su obra se perciben influencias de la poesía clásica española. ¿Quiénes son sus referentes literarios y cómo han influido en su escritura?
No sólo escribo poesía, ni me influye sólo la literatura.
He leído miles de libros. No muchos miles: no creo que mis “miles” lleguen a tres. No soy tan viejo. Oigo a gente arrojar cifras que me matan de risa; ¡no sólo son malos en Literatura, sino también en Matemáticas! En el fondo, hasta el más tonto sabe perfectamente lo que le falta. Supongo que de ahí viene la costumbre de dar las entrevistas delante de la estantería del salón.
Y yo aprendo. Aprendo de lo bueno y de lo malo. Todo me sirve y no pretendo imitar a nadie.
Ahora bien, admiro a los admirables, mis maestros son los maestros: Cervantes, Lope, Rubén Darío, Valle-Inclán, y muchos más. Raros, no raros, hombres, mujeres, mediopensionistas…, a mí eso, como se comprenderá, me importa un pito.
España, el español, tiene una historia literaria que no se merece. Otra vez, no sé cómo no se nos cae la cara de vergüenza. Me vienen a la cabeza, ahora mismo, los narradores de la generación del 14. ¡Qué maravilla! ¡Qué pulcritud de estilo, cuánta sabiduría! Somos del país de Jarnés, Miró, Pérez de Ayala… No los ha leído ni Clifford.
Tampoco ha leído nadie Fray Gerundio de Campazas, es evidente.
P.- ¿Cómo ve el panorama actual de la poesía en España? ¿Cree que hay suficiente interés por parte del público lector?
Afortunadamente, la poesía depende muy poco de tener mucho público. Menos mal. Mucho me temo que hoy en día es casi preferible que a cierta gentuza no le interese. Ya sé que es malo para el negocio, pero no estamos en lo que estamos para hacernos ricos, digo yo. El dinero que generaremos no lo recibiremos nosotros. Que se lo cuenten a los manchegos. Bien sabía Machado lo que decía con su “nada os debo, debéisme cuanto he escrito…”
Claro está que en un mundo mejor la gente leería un montón de poesía, yo sería rico y Elon Musk y los Rothchild no, la política existiría, la gente decoraría la fachada de su casa, etc., pero ese mundo no está aquí y no podemos ignorar la realidad.
¿2025? Miles de poetas que sólo han leído un libro de poesía: el suyo.
Y poco.
P.- Usted es profesor de Lengua Castellana y Literatura. ¿Cómo influye su labor docente en su creación poética?
Ser profesor (llevo 18 años, 26 si contamos las clases particulares) me ha concedido conocer al ser humano con una profundidad inaccesible para cualquier otra persona. Además, de Literatura. Soy yo quien lee lo que sus hijos escriben, damas y caballeros. He leído miles y miles de poemas, cuentos, artículos, escritos por nuestros hijos. Además, doy clase a gente que está en la edad en la que se forja la persona. Quizá, a estas alturas de la entrevista, yo parezca muy misántropo. Ni mucho menos. Quiero un montón a mis alumnos, y me dan mucha pena. Hago lo que puedo, pero cada vez me dejan menos. Mi trabajo es, hoy por hoy, fantasmal. Profesores que no pueden enseñar, cada vez más enfangados en estorbos, humillaciones, cargas administrativas…
Muchos chavales están luchando a brazo partido para que este estercolero que les estamos imponiendo no los envilezca. Lo que pasa es que se lo ponemos muy difícil, casi imposible. Nuestro mundo parece una conspiración para fabricar idiotas y erradicar la inteligencia. Quizá lo sea, quizá no lo necesite para que suceda.
Nuestros hijos se sienten históricamente ridículos, y no podemos hacer nada por ayudarlos porque los ridículos somos nosotros. Otra vez, no sé cómo no se nos cae la cara de vergüenza. Escucho a la generación que viene retorciéndose en su pellejo: ¡No, por favor, yo no quiero ser un pánfilo!
No conseguirán salvarse. Perdón por la profecía. También me toca, por ser profesor de chavales de 14, 16, 18, presenciar cómo fracasan. No lo consiguen, y no puedo hacer casi nada por evitarlo. Soy un mindundi, ¿contra un influense, un tikitoke o un yutube? Yo soy un pringao.
P.- En el poema número 20, se percibe una reflexión sobre la vejez y la soledad. ¿Considera que la poesía es una forma de enfrentar el paso del tiempo?
¿Por qué no? La poesía sirve para todo y para nada. Yo utilizo tópicos literarios y el tempus fugit es uno de ellos. Tampoco soy viejo, y sin embargo mi yo poético lo es a menudo. No soy pedófilo, y sin embargo no dejo de hablarle a una “niña” (una mujer en esencia, esa que nunca desaparece de los ojos de las mujeres). Mi decisión de hacer apología del catolicismo tiene muy poco que ver con mi fe personal. Tampoco pongo tildes en los pronombres demostrativos, sólo cuando escribo literatura. Y no, tampoco soy filósofo; si fuera filósofo escribiría tratados de Filosofía. Cómo se afronta el paso del tiempo da completamente igual, ni siquiera una misma persona te dirá la misma chorrada a las 12:00 que a las 10:00. El paso del tiempo no me angustia. Experimentar la intrascendencia sí. Ahí empezamos a hablar en poético.
P.- Finalmente, ¿qué consejo daría a los jóvenes que están empezando a escribir poesía en estos tiempos?
Que no leyeran poesía actual. Nada. Es contagiosa y contamina. Que leyeran libros antiguos, y se impregnaran de mucho, mucho, mucho arte, no sólo Literatura. Que tiraran el móvil por el balcón y se pusieran a leer libros de todos los siglos, y preferentemente de autores europeos. Me fascinan otras civilizaciones, religiones, mitologías, etc., y las he estudiado a fondo, pero lo que le urge al mundo actual es la recuperación de Europa. Que lo otro venga en su orden, es decir, después. No es una concatenación valorativa, sino histórica. Tienen que ver el mundo a través de la mirada europea, porque no existe otra. El mundo, como la poesía, es un invento europeo y una exportación europea.
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