EL ALMA DE UN PUEBLO ES SU LEYENDA INOFICIAL
ENTREVISTA A MIGUEL TORRES MORALES CON MOTIVO DE LA PUBLICACIÓN DE “LEYENDAS PERUANAS”
- En su libro, Miguel, afirma que “a los peruanos nos han robado muchos libros y nos han incendiado mil archivos”. ¿De qué manera este poemario funciona como acto de resistencia cultural frente al olvido y al expolio histórico?
En primer lugar, un libro representa un saber enmarcado dentro de una tradición, en cierto sentido es un programa. En el Perú se ha destruido la creatividad programática. Primero, la Conquista significó la destrucción de antiguos saberes y de arraigadas creencias que por suerte supieron mimetizarse para sobrevivir al discurso represivo del dominio y de la Inquisición. En segundo lugar, la debelación del levantamiento de Tupac Amaru significó la tabuización de cualquier discurso emancipador y redentorista. Luego, la independencia trató de legitimar un discurso criollo y anti-español que sólo supo engendrar caudillismos y guerras fratricidas. Además, la permanente rivalidad con Chile, alimentada por el hegemonismo británico, culminó en un odio destructor que no sólo nos quemó bibliotecas, haberes y balnearios, sino que nos robó la memoria y la autoestima y nos dejó atontados. El mainstream nos adiestra para el olvido. Leyendas Peruanas es la negación del blanqueo de la memoria. Hay que recordar para saber quiénes somos. No sólo en el Perú, sino en toda nación hispánica. Y si la inteligencia artificial nos sugiere que no es necesario estudiar para aprender, hay que entender que su discurso es un I-A, un rebuzno digital.
- Usted presenta estos poemas como “reconcebidos doscientos cincuenta años después” de textos de la Gazeta de Lima. ¿Cuánto hay de ficción literaria en este origen y cuánto de reivindicación de una tradición perdida?
Yo me aficioné a Pedro Peralta y al Conde de la Granja, cuyas obras pude leer en microfilms en la Universidad de Bonn, hacia 1995. También leí acuciosamente la Gazeta de Lima, y entonces se me ocurrió inventar anexos. Los primeros intentos me parecieron muy pobres, simples remedos carentes de sentido, simples calcos de lexicología. Después de muchos intentos, se me dio por reivindicar voces perdidas, el relato no escrito del Perú, y así se fueron gestando los fascículos de la Pseudogazeta, que hoy son las Leyendas Peruanas. No olvido que Platón desconfiaba de la poesía por ser invención, pero la poesía no es simplemente ficción. Es una palabra real que puede acercarnos a lo que ignoramos, a lo que quieren que ignoremos.
- Su lenguaje poético es deliberadamente barroco, culto, lleno de inversiones sintácticas gongorinas. En una época en que la poesía tiende al minimalismo y al lenguaje coloquial, ¿qué busca comunicar con esta decisión estética?
La complejidad no es un fin en sí mismo, es una trocha para abrir, una madeja a ser desovillada. Yo creo que las Leyendas Peruanas tienen un grado de elaboración que posibilita una recepción rápida y sencilla, pero aparte de eso, admito que yo buscaba sorprender, provocar un sacudón, o por lo menos intrigar, hacer que el curioso abriera libros de consulta. El lector intrigado es capaz de encontrar tesoros que yo no conozco y que sólo él puede avizorar. Por otro lado, advierto que el minimalismo moderno y la opción por lo coloquial podrían empezar a empobrecernos o a cansarnos si se convierten en un fin en sí mismo. Además, mi abuelo decía que el que frecuenta ovejas, acaba balando y trasquilado.
- En sus textos metapoéticos afirma que “la poesía, desde un principio, encanta. Y si no encanta, no es poesía”. ¿Cómo reconcilia esta afirmación con el hermetismo y la complejidad de su propia escritura?
Bueno, se trata de un juicio excluyente y desafiante que necesita mayores explicaciones. Y quisiera aclarar que no era mi intención parecer hermético. No todos los poemas notables son encantadores: Su belleza no es una cuestión de primera lectura o de fácil impresión. Debo decir que después de haberlos escrito, yo deseché muchos poemas que no me convencieron; al final conservé los que me gustaron más o los que me exigieron mayor dedicación y pulido. El encanto de la poesía es cierto magnetismo, un pálpito de lo eterno, una fascinación que nos hace volver sobre el poema. Yo he escrito poemas buscando la poesía, pero no puedo pretender que cada texto mío la contenga, ni en parte ni por completo.
- El poemario transita entre la celebración lírica de la identidad peruana y la denuncia política contenida. ¿Cree que la poesía actual tiene el deber de ser testimonio histórico o considera que esa función debe cederla a otros géneros?
Ciertamente hay poetas que se refugian en su torre de marfil y creen poder darse el lujo de ser neutrales o apolíticos, pero tarde o temprano la realidad siempre a todos nos alcanza. Después de las grandes catástrofes a muchos sólo les queda exiliarse, rumiar por la inacción y lamentarse por las omisiones del pasado. El poeta es a la vez profeta y tiene una doble misión, con la palabra y con el futuro de la especie. Lo suyo es destapar lo encubierto, allí donde la prensa investigativa claudica o se vende.
- Desde su exilio europeo escribe sobre Barranco, Lima colonial, el altiplano andino. ¿Cómo ha influido la distancia geográfica en su manera de construir la memoria poética del Perú?
Esto lo explico mejor en el prólogo a mi Historia del Olvido. Crear distancia es admitir la propia impotencia, pero permite sosiego y contemplación. Cuando uno emigra, cambia su entorno físico, pero las imágenes del espíritu permanecen vivas, y la nostalgia sólo las intensifica. Entonces uno descubre que el mundanal ruido y el tráfago de la cotidianeidad nos impedían ver las cosas tal cual son, símbolos que buscan enriquecer nuestro camino, arquetipos que nos acompañan y dan sentido a nuestra existencia. Por el contrario, muchos políticos de turno son oportunistas demagogos, sofistas que venden su forma de ver las cosas, y en ello retuercen la realidad y falsifican la historia a su favor. Pero yo quiero subrayar la lucidez de Hölderlin: “lo que permanece, lo fundan los poetas”.
- Menciona repetidamente que el poeta debe ser “madre” del verso, que ser poeta es “ser inmenso y amar entrañablemente”. ¿Cuál cree que es la misión del poeta en nuestro tiempo, cuando la poesía ocupa un espacio tan marginal en la cultura de masas?
Cada autor tiene su antología personal conteniendo los poemas que más le gustan. Sin embargo, al igual que los padres, uno debe querer a todos por igual, y así me ocurre a mí, que puedo reconocer que algún verso está menos logrado, y, sin embargo, hay un afecto por la palabra formulada, pues ésta es un reflejo de alguna emoción intensa que demuestra nuestros límites expresivos. El poeta nos debe acercar a la palabra y al misterio que ésta entraña, un tanto como el mejor Rilke, que sabe ser un maestro de metafísica. Y el que se encamina por la metafísica y la meditación, descartará la superficialidad mediática que nos envuelve y adormece.
- En sus “Artes poéticas” critica duramente a los “poetas institucionalizados” y a los que “calientan cátedras”. ¿Cree que existe una fractura irreconciliable entre la poesía académica y la poesía verdadera?
En todo oficio hay pavorreales, pero la poesía debería ser una forma de vida o en todo caso un magisterio exento de vanidad. El pavorreal suscribe para el ego y en el ego cree, pero la experiencia de muchos poetas demuestra que la institucionalización envanece. Quisiera mencionar como ejemplo a Fray Luis de León, a quien la cátedra le quedaba bastante chica, no sólo por su claro saber, sino por el valor de su persona. Al igual que Dante Alighieri, que hubiera podido instruir con beneficio a todos los profesores de la Universidad de París, ufanos sabios de cuyo nombre pocos se acuerdan. La poesía verdadera es simplemente poesía, puede venir en un haiku o en una estrofa, y no tiene ni siquiera la pretensión de ser útil, bella o verdadera. Y es que la intensidad no necesita títulos ni etiquetas.
- Usted escribe: “No nos engañemos, por favor, porque ya hay suficiente mentira en el mundo”. ¿Puede la poesía decir verdades que otros discursos no pueden o no se atreven a expresar?
El poeta en Occidente es poco más o menos que el profeta bíblico. El título de “poeta” va muchas veces cargado de una connotación negativa: es un loco, un disoluto, un perdido, un incomprendido, un inútil social, quizás un crítico apocalíptico o rabioso. Curiosamente son los poetas más denostados los que permanecen en el tiempo, los que resultan verdaderamente memorables y memorizables, como Luis Cernuda en España, o la esfinge que fue Martín Adán en el Perú. A todos los que estuvieran cansados de las mentiras impresas a diario en letras grandes e intermitentes, yo les recomiendo siempre leer a Dante, para constatar que la corrupción, la injusticia y la necedad no son fenómenos actuales, sino taras que la especie debería superar, en paz y sin violencia.
- Para quienes se acercan por primera vez a la poesía o consideran que es un género inaccesible, ¿qué les diría sobre cómo leer “Leyendas Peruanas” y qué pueden encontrar en sus páginas?
José Lezama Lima decía que “sólo lo difícil es estimulante”. Ciertamente, hay poetas que son una verdadera descarga eléctrica, pero si nos acostumbramos al bajo voltaje, jamás creceremos. Inaccesible es todo aquello para lo que nosotros mismos creamos barreras. Si un joven busca espiritualizarse, tendrá como enemigos a las redes sociales, que no sólo nos carnalizan, sino también nos virtualizan. Con estas Leyendas Peruanas yo trato de acercarnos a la historia, de entrenar la percepción para saber que hay mucho por hacer y que es necesario comenzar para poder seguir. Y seguir es necesario para encontrarnos a nosotros mismos y trabajar por la paz. Immanuel Kant escribió un tratado Hacia la Paz Perpetua, increíblemente actual. La paz universal es muy posible, pero los poetas se preguntan: ¿quién la quiere de veras? Un mundo libre, sin capitulaciones, sin vencedores ni vencidos, sin opresores y sin traficantes, en el que la dignidad humana no sólo sea un rótulo o un sofisma, sino una realidad universal. Algo que postulé en mi ignorado Tratado contra la Guerra, en edición trilingüe: español, alemán y quechua.




