ENTREVISTA A MIGUEL TORRES MORALES Con motivo de la publicación de “Tu sombra y la lira”
La siguiente entrevista a Miguel Torres Morales, realizada con motivo de la publicación de su poemario “Tu sombra y la lira”, explora las claves intelectuales y personales de una obra gestada en la juventud del autor y publicada tres décadas después. El diálogo aborda el sentido de la memoria, el vínculo entre tradición y modernidad, la función del mito, el papel de la filosofía y las tensiones entre el canon clásico y las formas contemporáneas de la poesía. Torres Morales reflexiona sobre su formación, el exilio, la representación de lo femenino y el horizonte de lectores al que aspira este libro, articulando una defensa lúcida de la poesía como búsqueda de lo real y como ejercicio de autoconocimiento en el tiempo presente.
- Miguel, “Tu sombra y la lira” fue escrito hacia 1994 y ahora ve la luz en 2025. ¿Qué significa para ti que este poemario, gestado en tu juventud, llegue a los lectores después de más de treinta años? ¿Ha cambiado tu percepción de estos poemas con el paso del tiempo?
Recuerdo la incomprensión y la sorpresa de los lectores del poemario inédito y la negativa de varios sellos editoriales. Pero la falta de acogida nada me amilanó, puesto que, al comprender que el público no está para hexámetros, me volqué a otras obras que se fueron cristalizando con el paso de los años, tales como mis sonetos (Arte infinitivo de olvidar), las Leyendas peruanas y las Obras de Arquipoeta, entre otras. La idea central de cada poema no ha variado, en tanto que los cambios y mejoras que he podido tramitar son mínimas. En este sentido, releer estos poemas es para mía como un Viaje al Pasado.
- En la contraportada se menciona que buscas “la poesía del ens realissimum”. ¿Podrías explicarnos qué significa esta búsqueda para ti y cómo se manifiesta concretamente en este poemario?
Nosotros sólo percibimos lo visible, y lo visible va acompañado por la sombra y el error de juicio. Sólo en momentos de lucidez vislumbramos a las personas tal como son, y nos acercamos al ser de las cosas. Mi visión del universo no ha cambiado con el tiempo, simplemente ha crecido, y con ella la convicción de que prima un Ser Dador, Creativo y Creador, que va más allá de los límites nominales de cualquier religión constrictora. El ser realísimo y supremo fue intuido por la Escolástica, pero nuestra mente soporta tan sólo un muy bajo voltaje y se extravía fácilmente. Sin embargo, es posible imaginar o anhelar la cercanía al Origen del Ser. Este poemario no alcanza niveles sacros, tampoco puede conjurar ni operar milagros. Sólo nos muestra que la palabra nos puede acercar a la experiencia individual, y una vez que la sopesamos en el tiempo es posible reconocer rasgos de lo eterno en lo que nos pareció temporal o poco trascendente.
- Tu obra combina referencias clásicas —Garcilaso, Dante, Heráclito— con una sensibilidad muy contemporánea. En un momento en que muchos consideran que la poesía culta está en crisis, ¿cómo ves el papel de la tradición en la poesía actual? ¿Es posible hacer accesible lo erudito sin banalizarlo?
No creo que la poesía culta esté en crisis. Jamás lo estuvo. Si leemos Four Quartets, de Eliot, o las Soledades de Góngora, veremos que el mensaje está allí, más claro que nunca, incólume e inquebrantable. El que está en crisis es el ser humano sin heurística ni hermenéutica, extraviado en el cruce de caminos, sin poder hallar un rumbo hacia sí mismo. Los llamados egotrips no conducen al individuo al centro de su yo, sino al borde o al fondo del abismo.
La poesía actual no niega la tradición, sino la perpetúa, aunque con otras palabras y con otras actitudes. De otro lado, la erudición no es un fin en sí mismo, sino tan sólo un instrumento que nos remonta a la experiencia de otros individuos. Lo que muchos lectores no aprecian o no han sabido descubrir es el carácter heroico de su propia existencia, llegando a superar a veces a Don Quijote o a Odiseo. La vida no es banal. Lo que pasa es que en una cultura pantallizada, el ser humano se ha vuelto mirón, burlón y criticador.
- Barranco, el balneario limeño de tu infancia, aparece como un espacio mítico en el poemario. ¿Cómo influye tu condición de peruano que vive en Alemania en tu manera de entender la poesía? ¿Te sientes parte de alguna tradición poética específica?
Yo me alejé de mi terruño y de mi tribu porque es insoportable presenciar cómo los míos se embarran en lo irracional y la autodestrucción. En Alemania mi búsqueda fue silenciosa y apacible porque el ruido del entorno me tenía sin cuidado, por mayor estruendo que hubiese contenido. Creo que pronto comprendí que la poesía siempre es didáctica, en cualquier idioma, y en cualquier nivel grado de elaboración estética. Más allá de cualquier club o pertenencia, yo busqué en la poesía esa voz que logra sacudirnos de verdad e intrigarnos largamente.
- Muchos de tus poemas son extensos, construidos como largos versículos que recuerdan a los hexámetros homéricos. En una época de inmediatez digital y atención fragmentada, ¿qué opinas sobre la capacidad de la poesía para exigir tiempo y contemplación al lector?
Cuando yo era chico, se solía escuchar que los niños estaban más cerca de la eternidad y de la poesía. Hoy la concentración y la constancia son fenómenos más bien raros, y en la didáctica de la literatura la poesía ha ido perdiendo terreno, a pesar de que casi todo lo que tiene ritmo es poesía. Hace veinte años se estimaba que los jóvenes talentosos que componían sus raps eran una suerte de rapsodas. Pero en la actualidad presiento que la creatividad de lo íntimo nos ha sido sesgada. Es como si el programa sólo tuviera para nosotros repetir, rumiar, balar, marchar y obedecer. La poesía nos enseña a romper fronteras y a superar los cercos.
- Tus poemas están poblados de figuras femeninas arquetípicas: Eva, la Princesa, la Bella Durmiente, Sulamita. ¿Cómo entiendes la representación de lo femenino en tu obra? ¿Eres consciente de escribir desde una perspectiva masculina determinada?
Cuando en el Simposio le toca su turno a Aristófanes, éste recurre al mito de los seres esféricos, partidos por un rayo debido a su altanería. Algo de ese mito es cierto, en tanto que las almas anhelan el reencuentro en esta existencia con su otra mitad. La búsqueda del alma es la plenitud en el otro, un alma que sepa mejorarnos mientras ésta nos gusta.
En el poema, Eva y la Sulamita representan arquetipos femeninos que nos sugieren la unidad del género humano. Mi perspectiva de entonces, la de un joven enamorado de una mujer real, no ha sido parte de un plan, y no ha cambiado. La sexualidad es una cuestión de pureza, pero cada vez más es vulgarizada imperdonablemente. La moda ahora nos impone la discusión de los géneros, pero yo siempre he creído que el amor es un encuentro de dos almas a como dé lugar. Proveniendo del Perú, yo conozco la crueldad de que son capaces los homofóbicos e intuyo que los homofóbicos recalcitrantes combaten un impulso en ellos mismos que les disgusta.
- En “Tu sombra y la lira” dialogas con personajes literarios como Don Quijote, Don Juan y Dante. ¿Qué papel juegan estos diálogos intertextuales en tu poesía? ¿Son máscaras del yo lírico o interlocutores reales?
Sin llegar a perder la cordura, yo me he visto obligado a tratar de conversar y de imaginar conversaciones y consultas con Don Quijote o con ese loco de atar llamado Hamlet, pero no creo haber llegado a comprender verdaderamente la esencia y el misterio de su espíritu. Sin exagerar, yo a veces supongo que muchos de nosotros somos más complejos que Don Quijote o Hamlet, pero por suerte solemos ser más inermes. Si yo me figuro hablar con Dante, hablaré en términos reales tan sólo con aquello que sé e intuyo de Dante, sin olvidar que el Dante real fue simplemente más Dante y que en mí sólo podría ver a un preguntón que lo fastidia.
- Tu formación filosófica se nota en poemas como “Preacher Herakleitos”. ¿Cómo conviven en ti el filósofo y el poeta? ¿Consideras que la poesía puede ser una forma de conocimiento tan válida como el discurso racional?
La filosofía parte del asombro ante el Ser, nos enseña Aristóteles en su Metafísica. De chico yo tenía un cuaderno que comenzaba con mis varias observaciones – de índole filosófico -, y en el mismo cuaderno, pero comenzando por la última página vacía, escribía algún verso, alguna coplilla. Al llegar a la mitad me di cuenta que la poesía y la filosofía se encuentran a mitad del camino, no son idénticas, tienen objetivos distintos, pero van juntas, como dos manos. No todo filósofo escribe versos, pero todo poeta filosofa en cierta medida.
- Vivimos un momento en que la poesía parece estar experimentando un cierto renacimiento, especialmente entre lectores jóvenes, pero a menudo asociada a formatos muy diferentes a los tuyos. ¿Qué opinas de las nuevas formas de hacer y consumir poesía? ¿Ves alguna continuidad entre tu propuesta y las nuevas sensibilidades poéticas?
Lo que los jóvenes escriban o canten desde adentro, formará parte de su poesía. Lo que algún poeta o el crítico literario lleguen a juzgar de una obra, es algo muy distinto a la obra misma. Octavio Paz formula “la tradición de la ruptura“, y demuestra que la poesía tiene mil caras, se renueva en la rebelión, se establece, y luego es depuesta por una nueva generación de poetas, que abanderan una nueva ruptura, generando un desarrollo cíclico. Puedo equivocarme, pero me parece que los jóvenes poetas de ahora son más polémicos, más comprometidos con el planeta, más aptos a la protesta. Mi camino fue distinto porque yo opté por una cierta conformidad con el sistema con tal de poder adentrarme en mi obra. Eso no quita que la causa de los pobres y oprimidos es una causa justa, tampoco le resta verdad al poeta que nos muestra que la poesía es un arma cargada de futuro.
- Finalmente, ¿qué esperas que encuentre el lector en “Tu sombra y la lira”? ¿Consideras que tu poesía puede hablar a lectores que no están familiarizados con las referencias clásicas que manejas, o requiere una formación previa específica?
Cuando era joven, yo le mostraba mis poemas a Carlos Brignardello, un viejo centauro que era juez muy estricto y que exigía de mí mayor perfección formal y mayor preparación: “Habiéndose escrito tanto, tienes la obligación de leerlo todo, para evitar repetir lo que otro ya ha escrito.“ Después supe que todo saber y toda referencia literaria no puede ser un fin en sí mismo, es tan sólo un camino para llegar a su propia meta. En la novela El nombre de la rosa, William of Baskerville le dice a su discípulo Adso que todo el saber no es otra cosa que una escalera utilizada para ascender, y que una vez arriba, la escalera resulta deleznable. Si algún poema o alguna frase acerca a un espíritu lector a sus propias aguas – a su propia emocionalidad-, sabré que ese poema se justifica.
La entrevista revela la profundidad intelectual y la honestidad vital de Miguel Torres Morales, quien defiende la vigencia de la tradición poética y la necesidad de una poesía exigente pero abierta a todos. Sus respuestas perfilan a un autor que reconoce en la memoria, el mito y el diálogo cultural los ejes de su obra, y que afronta la realidad contemporánea sin nostalgia ni complacencia. “Tu sombra y la lira” se presenta así como una propuesta lírica capaz de tender puentes entre la experiencia personal y lo universal, invitando al lector a una contemplación activa y sincera.
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