Yo soy la palabra, la poeta, la poesía

Soy la bala, el gatillo y el agujero
El dedo y su mente, el segundo y su impulso
Soy el camión de la basura recogiendo a todos los insomnes

Si escribo la bala y disparo la poesía con el índice en blanco
Si acuno ojeras y decoro verdades tal vez sea una poeta de palabra
Un impulso que mata segundos a lápiz

Yoanna Mojón
Eterno color de otoño

Título del análisis:
La poeta como verdugo y sanadora

Hay poemas que se disparan solos, que nacen de la tensión entre el silencio y el estruendo, y este es uno de ellos. Yoanna Mojón se desdobla, se multiplica, juega a ser bala y herida a la vez, y en ese juego trágico y bello, la poeta se convierte en testigo de la noche, en recolectora de insomnios, en la mano que limpia y la que mancha. El verso “soy la bala, el gatillo y el agujero” es un acierto brutal, porque condensa en tres palabras la violencia de la creación y la vulnerabilidad de quien escribe, la paradoja de quien dispara y es herida por su propio acto. La poeta se nombra a sí misma como acto y consecuencia, como causa y efecto, como verdugo y víctima, y en esa ambigüedad reside la fuerza del poema.

La imagen del camión de la basura recogiendo insomnes es una metáfora poderosa, porque habla de la noche, de la ciudad, de la soledad que se acumula y se lleva, de la necesidad de limpiar el alma de los días que no terminan nunca. Mojón no se conforma con observar, se mete dentro del camión, se convierte en él, y así recoge a los que no pueden dormir, a los que padecen la vigilia y la incertidumbre.

La segunda estrofa ahonda en la fragilidad y la ternura. “Si escribo la bala y disparo la poesía con el índice en blanco” es una línea que duele y cura, porque habla del riesgo de escribir, de la posibilidad de quedarse vacío, de la angustia de la página en blanco. La poeta acuna ojeras y decora verdades, mezcla el cansancio con la honestidad, y al final se reconoce como “un impulso que mata segundos a lápiz”, es decir, como una fuerza que transforma el tiempo, lo detiene, lo mata y lo revive en cada verso.

Este poema es un ejercicio de autoconocimiento y de valentía. Mojón no teme mostrarse vulnerable, ni violenta, ni tierna. Se permite ser todas las voces y todos los silencios, y en ese gesto reside la auténtica poesía. No es solo un poema sobre la escritura, sino sobre la vida, sobre la necesidad de nombrar lo que duele, lo que insiste, lo que no se deja olvidar. La poeta se convierte en la palabra misma, en la poesía que todo lo contiene y lo salva, incluso cuando parece que solo mata segundos, solo limpia insomnios, solo dispara al vacío.

Yoanna Mojón
Eterno color de otoño