Entre el gas y la palabra: La poesía urbana y visceral de Aixa Ballesteros

“Mi cocina es de butano” o la poética del desarraigo contemporáneo

Nos encontramos ante una obra que irrumpe en el panorama poético español con la fuerza de una explosión contenida. “Mi cocina es de butano” (Editorial Poesía eres tú, 2025) es el primer poemario de Aixa Ballesteros (Orduña, 1998), una joven poeta vasca-gallega que ha sabido transformar su experiencia vital en un artefacto literario de extraordinaria potencia expresiva.

Ballesteros, enfermera de formación y bailarina de vocación, ha construido un universo poético que refleja su trayectoria vital: criada entre el País Vasco y Galicia, y actualmente afincada en Madrid, donde ha comenzado su formación en danza urbana, dejando en segundo plano su profesión sanitaria. Esta transición vital se convierte en materia prima de una poesía que, como ella misma confiesa, siempre ha utilizado como herramienta para “ordenar sus procesos emocionales” de manera íntima.

La estructura del poemario: un viaje de transformación

El libro se compone de 30 poemas numerados que conforman un recorrido emocional y geográfico. Desde el primer poema, “Gas suelto”, hasta el último, “Butano”, Ballesteros traza un arco narrativo que va desde sus raíces rurales hasta su presente urbano, desde el dolor familiar hasta la búsqueda de una identidad propia.

La estructura circular del poemario, que comienza y termina con referencias al gas butano como símbolo de origen y transformación, otorga a la obra una coherencia interna que trasciende la mera recopilación de poemas. Estamos ante un libro concebido como un todo orgánico, donde cada texto funciona como una pieza de un mosaico mayor que retrata el proceso de construcción identitaria de la autora.

Lenguaje y estilo: entre la tradición y la ruptura

Lo que distingue inmediatamente la poesía de Ballesteros es su lenguaje directo, a veces crudo, que bebe tanto de la tradición poética como de la cultura urbana y el hip hop. Sus versos fluyen con un ritmo que recuerda al rap, con una cadencia oral que invita a ser recitada en voz alta:

“romantizo el olor a tabaco / mi padre fumaba ducados cocinaba varios días pollo asado / bailaba a cada rato / se enfermó y murió hinchado / como un sapo / llenito de amor / de arte / de callos en las manos”

Esta fusión entre lo poético y lo conversacional sitúa a Ballesteros en una interesante encrucijada dentro del panorama poético contemporáneo. Por un lado, su obra entronca con la poesía de la experiencia que dominó buena parte de la poesía española de finales del siglo XX, con autores como Luis García Montero o Felipe Benítez Reyes. Por otro, su incorporación de elementos de la cultura urbana y su lenguaje directo la conectan con poetas como Gata Cattana o Luna Miguel, que han sabido incorporar nuevos registros a la tradición poética española.

La métrica libre, los versos irregulares y la ausencia de puntuación convencional refuerzan esta sensación de flujo verbal, de pensamiento en movimiento. Sin embargo, bajo esta aparente espontaneidad late un cuidadoso trabajo de construcción poética, donde cada palabra está medida y cada silencio calculado.

Temas: identidad, clase y memoria

El poemario explora varios ejes temáticos interconectados. El primero es la identidad, tanto personal como colectiva. Ballesteros indaga en sus raíces vasco-gallegas y en cómo estas han configurado su visión del mundo. La figura de la abuela, presente en varios poemas como “Maruxa” o “Leña”, se convierte en un anclaje con ese pasado rural que la poeta a la vez añora y del que busca emanciparse.

El segundo eje es la clase social. Con una mirada lúcida y sin autocomplacencia, Ballesteros aborda la precariedad, la pobreza y las dificultades económicas como elementos constitutivos de su experiencia vital: “entendimos la crisis del 2008 / a hostias / pero la entendimos / ropa usada y de mercadillo / se reían de nosotros algunos niños / también entendimos / los trabajos precarios de una madre”.

El tercer eje es la memoria, tanto individual como familiar. La poeta rescata recuerdos de infancia, momentos de dolor y alegría que han moldeado su personalidad. La cocina de butano se convierte así en un espacio simbólico donde confluyen estos recuerdos, un lugar de encuentro entre generaciones, entre el pasado y el presente.

Innovación y tradición: Ballesteros en el contexto de la poesía española contemporánea

Lo más interesante de “Mi cocina es de butano” es cómo logra tender puentes entre tradiciones poéticas aparentemente distantes. Por un lado, Ballesteros se inserta en la tradición de la poesía social española, que desde Blas de Otero hasta Miguel Hernández ha utilizado el verso como herramienta de denuncia y testimonio. Por otro, su obra dialoga con las corrientes más experimentales de la poesía contemporánea, con su exploración del lenguaje y su ruptura de convenciones formales.

A diferencia de los poetas novísimos de los años 70, que según José Olivio Jiménez se caracterizaban por un “blockage of the expression of the self” y un “extreme aestheticism”, Ballesteros opta por una poesía del yo sin disimulos, donde la experiencia personal se convierte en materia poética sin filtros culturalistas. Sin embargo, comparte con ellos una profunda conciencia del poema como artefacto lingüístico, como construcción verbal que trasciende la mera comunicación de experiencias.

Su obra también contrasta con la llamada “poesía del silencio” o minimalista que ha tenido tanto peso en la poesía española reciente. Frente a la contención y la depuración extrema del lenguaje, Ballesteros opta por la abundancia, por un flujo verbal que parece querer abarcarlo todo, desde lo más íntimo hasta lo más social.

La influencia del hip hop: una poética de la oralidad

Uno de los aspectos más innovadores del poemario es su incorporación de elementos del hip hop y la cultura urbana. Esto no se limita a referencias temáticas, sino que afecta profundamente a la construcción rítmica y sintáctica de los poemas. La cadencia, las repeticiones, los juegos fonéticos recuerdan al flow del rap:

“me olías a cosa cara / te tenía siempre encarnada / me rendí / no podía pagarla / te y me maté entera / me y te maté a medias / temí no tener en la cartera / para jugar unas monedas”

Esta influencia del hip hop conecta a Ballesteros con una tradición poética que ha sido tradicionalmente marginada por la academia pero que ha demostrado un enorme potencial para conectar con nuevos públicos. Su poesía se sitúa así en un espacio fronterizo, capaz de dialogar tanto con la tradición literaria como con las expresiones culturales más contemporáneas.

Valoración crítica: virtudes y limitaciones

“Mi cocina es de butano” es un poemario valiente, honesto y de una intensidad emocional poco común en la poesía española reciente. Su principal virtud reside en la autenticidad de su voz, en esa capacidad para transformar la experiencia personal en materia poética sin caer en el sentimentalismo ni en la autocomplacencia.

También destaca su habilidad para crear imágenes potentes y memorables, que quedan grabadas en la mente del lector: “cierra el gas / no vaya a ser que explote / se enteren las vecinas / todo se alborote”. La cocina de butano, las manos de la abuela, el olor a leña, son imágenes que trascienden lo anecdótico para convertirse en símbolos de una experiencia vital compartida por muchos.

Sin embargo, el poemario no está exento de limitaciones. En ocasiones, la acumulación de imágenes y la ausencia de puntuación dificultan la lectura y pueden generar cierta confusión. Algunos poemas parecen más esbozos o apuntes que piezas completamente desarrolladas, lo que puede dar una sensación de irregularidad al conjunto.

También se echa en falta, en algunos momentos, una mayor elaboración formal que contrapese la inmediatez del lenguaje. La apuesta por la espontaneidad y la oralidad es valiente, pero a veces se sacrifica la precisión y la densidad poética en aras de la expresividad directa.

Conclusión: una voz necesaria en el panorama poético actual

A pesar de estas limitaciones, “Mi cocina es de butano” se revela como una de las propuestas más interesantes y renovadoras de la poesía española reciente. Aixa Ballesteros ha conseguido crear una voz propia, reconocible y auténtica, capaz de conectar con lectores de diferentes generaciones y bagajes culturales.

Su poesía, que nace de la necesidad de “gritar para vaciarse y sentir las ganas de vivir sin estar viva”, como ella misma confiesa, trasciende lo personal para convertirse en testimonio de una generación marcada por la precariedad, la crisis y la búsqueda de nuevas formas de expresión.

En un panorama poético a menudo dominado por voces académicas o excesivamente experimentales, Ballesteros aporta frescura, autenticidad y una conexión directa con la realidad cotidiana. Su obra demuestra que la poesía puede seguir siendo una herramienta de exploración personal y colectiva, capaz de nombrar lo que a menudo queda sin nombrar.

“Mi cocina es de butano” es, en definitiva, un libro necesario, que amplía los límites de lo que entendemos por poesía y nos recuerda su capacidad para conectar con la experiencia humana en toda su complejidad. Una obra que, como el gas butano que le da título, puede ser volátil y peligrosa, pero también capaz de generar el calor necesario para sobrevivir en tiempos difíciles.

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Nos encontramos ante una obra que irrumpe en el panorama poético español con la fuerza de una explosión contenida. "Mi cocina es de butano" (Editorial Poesía eres tú, 2025) es el primer poemario de Aixa Ballesteros (Orduña, 1998), una joven poeta vasca-gallega que ha sabido transformar su experiencia vital en un artefacto literario de extraordinaria potencia expresiva. Ballesteros, enfermera de formación y bailarina de vocación, ha construido un universo poético que refleja su trayectoria vital: criada entre el País Vasco y Galicia, y actualmente afincada en Madrid, donde ha comenzado su formación en danza urbana, dejando en segundo plano su profesión sanitaria. Esta transición vital se convierte en materia prima de una poesía que, como ella misma confiesa, siempre ha utilizado como herramienta para "ordenar sus procesos emocionales" de manera íntima.
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