Autor: José Luis
Zuñiga (2009)
ISBN-13: 978-84-937230-3-3
Editorial: Poesía eres tú
Depósito Legal: M-40886-2009
Hay un tiempo que pasa, como tal, y hay otro que se
acompasa, se pasa con alguien o con algo. En la música hay tiempos en compases,
pero si hablamos de climatología no hay, hace, buen tiempo o malo. Hay tantos
tiempos que escribir sobre el tiempo puede llegar a ser un ejercicio casi
metafísico.
José Luis Zúñiga, autor de este poemario, es muy consciente
de la dificultad que conlleva expresar tan diversos conceptos. Y lo intenta al
hilo de los cuatro epígrafes que lo vertebran (a la intemperie, contratiempo,
fuera de ti, subversión…), diversos y, a la vez, entrelazados de forma tan sutil
que pudiera parecer imperceptible. Tiempo a destiempo, finalista del primer
concurso de poesía de la editorial Poesía Eres Tú, es, sin duda, una obra de
madurez, cuyos recursos estilísticos no se atienen a modas ni ortodoxias más
allá de lo que la propia voz poética le reclama al autor. En efecto, citando la
frase que abre el libro, escribir es un contratiempo.
EL AUTOR:
JOSÉ LUIS ZÚÑIGA (Torrelavega 1949). Licenciado en Derecho
por la Universidad de Deusto y funcionario en activo. Ha publicado numerosos
poemarios: A medio andar (1971), Presencia final (1990), Lugares (1997), Nombres
propios (1997), Calma chicha (1999), La lluvia de los pájaros (2000), Libro de
familia (2001) y Peinarse cada día el corazón (2004).
Con el heterónimo de Jorge del Primor ha publicado también
relatos cortos como Cuando íbamos al monte (1998) y Escrito con pluma (2002),
así como el libro de poesía El grito del Taguloguta (2006). Entre una y otra
cosa, el autor ha ido construyendo un imaginario poético de cierta entidad que
recopiló, en gran parte, en lo que hasta ahora es su último título: Era otro hoy
(Ediciones del Primor, Madrid, 2008)
Como cantautor ha retomado recientemente sus apariciones en
directo, actuando en salas como Trovadicta o Clamores. Es autor de más de
doscientas canciones, que abarcan diversas épocas y estilos
EXTRACTO DE LA OBRA:
carpe diem
Precisamente
ahora
estoy trazando el rumbo de mi
vida.
Ahora,
cuando me estalla en la cabeza
toda la petulancia de saberme
vivido siempre atado y bien
atado.
Sentado
aquí, el gesto adormecido
frente a la taza blanca en que
aún humea
esa infusión que tomo cada
tarde,
trazo rumbos y escalas.
¡Ay, vana pretensión del
astrolabio!
Precisamente
ahora
pienso romper los mapas de mi
vida.
Prefiero andar a ciegas que al milímetro.
amistades peligrosas
Ciertas noches no sirven los fotones
ni como tema de conversación.
Ciertas noches —sin ir más lejos, hoy—
sólo sirven las buenas compañías,
la simple voz que cuenta cómo le va la vida
y te pregunta o no, pero te escucha;
sirven las caminatas por callejuelas húmedas,
la esquina que ilumina una farola rota,
el cigarrillo de las confidencias,
los burdeles vacíos de un sábado en la noche.
Ciertas noches no sirven los fotones,
con un hasta mañana va de sobra.
Ciertas noches dan pena. Pero la noche avanza
y te sientes a gusto entre nuevos abrazos,
entre gente que vive, que respira contigo
sin tú saberlo apenas. Y entonces te das cuenta
de la futilidad de los fotones.
Puedo hablar de fotones con cierta autoridad,
pero prefiero hablar del pan con queso,
que es mucho más amable. Quede claro
que me gusta la gente propensa a la ternura,
sencilla, transparente: nunca doble.
Normalmente, en este juego de vivir la vida,
me juego el corazón a todo o nada
y pierdo siempre, menos cuando gano.
Hoy me tocó ganar. Otros perdieron.
el olor de los versos
olor a sol de invierno.
Versos que desparraman su perfume
de forma caprichosa.
Estrofas que de pronto
huelen a cementerio.
Tus dedos toman, temblorosos,
el papel y la pluma
y no sabes si vas a estornudar
—si eres, como es el caso,
alérgico al perfume—
o no, según tengan el día
los fonemas que buscas con ahínco.
¡Achissss…! Jesús. Son tan raros los versos
que a veces uno piensa
en dejarlos morir en el tintero
y tumbarse en el techo envuelto en sus retruécanos.
Pero nunca lo haces.
Qué duro es este oficio de escribir.