Entrevista realizada por Natalia Carbajosa para el www.coloquiodelosperros.net

Entrevista a SCOTT HIGHTOWER (www.elcoloquiodelosperros.net) - scott25 - Entrevista a SCOTT HIGHTOWER (www.elcoloquiodelosperros.net)Scott Hightower (Texas, 1952) es autor de tres libros de poemas (Tin Can Tourist, 2001, Natural Trouble, 2003, y Part of the Bargain, 2005) por los que ha recibido unánime reconocimiento en la escena literaria norteamericana. Sus creaciones poseen el estilo ecléctico de la lírica urbana, y alcanzan un equilibrio paradójico y en su punto de contención entre el presente y el pasado, la felicidad y el dolor, la anécdota individual y la verdad trascendente y universal.
     Recientemente, Scott visitó a algunos colaboradores de El coloquio de los perros en Cartagena; hombre corpulento, con barba, pasando ya de los cincuenta, de penetrantes ojos de un azul grisáceo y sonrisa traviesa (sí, alberga su porte aún un no sé qué saludablemente infantil), afable en la voz y el gesto, presto y sin reticencias a compartir amistad y conversación ante un vaso de vino o un plato de la gastronomía local. Con él charlamos largo y tendido mientras paseábamos por la ciudad, y recibimos con agrado sus reflexiones, sabias y exentas de pretensión alguna, acerca de la poesía, la vida y otros muchos asuntos.

—EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Scott, me gustaría preguntarte, en primer lugar, por los orígenes y el contexto de recepción de tu poesía en la tradición norteamericana. Has reconocido que, en cierto modo, perteneces a la escuela de W. H. Auden, ya que tus profesores en la universidad habían sido, a su vez, alumnos suyos. ¿Te sientes, pues, ‘inmerso’ en una tradición concreta y, si es así, en qué aspectos en particular?

—SCOTT HIGHTOWER: Históricamente, venimos de los poetas ingleses: Shakespeare, Blake, Keats, Shelley, Browning, Wordsworth… Auden. Ante nosotros, los escritores norteamericanos, Auden subrayó la devoción por nuestras raíces europeas al tiempo que nos instaba a escribir sobre las partes maravillosas y homicidas de nuestro mundo actual. Desde el noreste de los EEUU, provengo de Elizabeth Bishop por vía de Richard Howard y Alfred Corn. De la tradición del oeste americano, provengo de Richard Hugo por vía de William Matthews.

—ECP: ¿Qué autores, aparte de Auden (norteamericanos o extranjeros, contemporáneos o del pasado), son los más admirados por ti?

—SH: Marie Ponsot me ayudó a perseverar en una dirección. Además, me mostró a Blake y me instruyó sobre Trilogy y los primeros poemas de Hilda Doolittle. Joseph Maloff, profesor mío en los primeros años de carrera en la universidad de Texas, me enseñó mucho sobre métrica. Más tarde, J. D. McClatchy fue mi profesor de métrica en la universidad de Columbia. También bebo de los antiguos: Calímaco, Teócrito, Apolonio de Rodas, Virgilio, Mallarmé….

—ECP: Aparecen varios temas recurrentes en tu poesía: la infancia en un rancho de Texas (esto es, los recuerdos de familia y paisaje, el conflicto de crecer), la cultura popular de la vida urbana (llevas treinta años viviendo en Nueva York), el mundo medieval a través de sus manifestaciones artísticas, la guerra civil española y el exilio posterior, con los que te relacionan tus circunstancias personales… ¿Cómo se convierten estos y otros temas en poemas?

—SH: El estímulo que desencadena estos poemas, en gran parte basados en la historia, ha de ir encontrando un camino dentro de mí, de modo que mi propia voz habite el espacio sagrado que ya ocupa el poema. No es una cuestión de originalidad. Es una cuestión de habitación y autenticidad.

—ECP: Durante las últimas décadas, ha habido en España una corriente poética predominante y sobreexplotada, llamada “poesía de la experiencia”, en parte comparable a los “poetas confesionales” angloamericanos. En cierto modo, tu obra se asemeja a este tipo de poesía, aunque personalmente advierto en ella una cualidad de sutileza, ironía y elusión que ahuyenta, felizmente, la tentación de las etiquetas fáciles. ¿Cómo lo ves tú?

—SH: Creo que la gente está siempre buscando la manera de expresar cómo un poema sale de la cabeza de un poeta y se plasma en el papel. Para mí, la poesía es una tradición y un oficio de dos cabezas… En parte escrito, y en parte hablado.

—ECP: Todos los poetas han de establecer una relación, no siempre bien avenida, y casi nunca permanente, entre el lenguaje y la vida. ¿Cómo es la tuya en este momento?

—SH: Como ya he dicho, en mi caso, en este momento, gran parte de mi trabajo tiene que ver con que lo público y lo universal encuentre su acomodo en mi voz personal. Creo que el viejo adagio “muestra, no digas”, nos ha llevado a una poética anémica. El acto de decir también puede ser estremecedor y hermoso a veces. Del mismo modo, algunos parecen interesados solamente en la improvisación y la materialidad del lenguaje, a costa del significado elaborado y la comunicación. Personalmente, a mí me enamora una frase bien forjada. Y me gusta la música y el significado lúcido cuando aparecen juntos.

—ECP: Participas activamente en la escena poética neoyorquina, promoviendo relaciones entre autores jóvenes, impartiendo cursos de escritura creativa y colaborando en numerosos actos. ¿Qué tendencias destacables adviertes a tu alrededor?

—SH: Escribo gran cantidad de reseñas. La traducción es un fenómeno nuevo. He empezado a escribir artículos personales. En EEUU existe ahora mismo una gran agitación poética. Me interesa la obra de Catherine Bowman, Cathy Fagan, Rigoberto González, Patricia Spears Jones, Deborah Bogen, William Wenthe, Vievee Francis, Amy Lemmon, Idra Novey, entre otros.

—ECP: Tu último libro publicado hasta la fecha, Part of the Bargain (que podríamos traducir como Parte del trato o Parte del pacto), y que obtuvo el premio Hayden Carruth en 2004, posee un título fáustico que revela una postura vital. ¿Podrías explicárnoslo?

—SH: La cita que introduce el libro está tomada de Goethe: «Mira cómo al fulgor del crepúsculo / titilan las aldeas en la fronda». Para mí es una resonancia similar, aunque más atenuada, a la de las palabras de Jesús, «no vine a traer paz, sino como una espada». Trata sobre una tensión y una integridad que solo puede resolverse en un acto de equilibrio. Sí, “vital”. Esa es una palabra bien escogida.

—ECP: Estás trabajando en un libro nuevo, Self-Evident. ¿Se dirigen tus poemas nuevos por caminos sin descubrir, o transitan por tus paisajes habituales?

—SH: Self-Evident está más cerca de Francia y el concepto de la libertad de la Ilustración, que del Texas rural y el mundo medieval. Así, hay una breve incursión en la guerra civil española. Todos los libros, en realidad, tratan sobre la escritura; el intento de que la expresión estética humana se corresponda con la expresión del mundo… Sus distintos modos de inocencia y brutalidad… Sería algo así como volver a Blake.

—ECP: Esta es la última, Scott. En tu opinión, ¿existe un ethos que se pueda vincular a la poesía? ¿Es la poesía una opción vital, una opción (si se me permite) política, una manera de definir el lugar de uno en la sociedad o ante sí mismo? Y, si no, ¿cuál es el propósito (o la ausencia de propósito) de la creación poética?

—SH: Escribir es una actividad que me gusta. Es una actividad que tiene sentido para mí. Filosóficamente, me resulta muy difícil prescindir de la Verdad, la Belleza, y el Bien. Escribir es un proceso que mezcla la ética y la estética. En el fondo llega a relacionarse con la elegancia de lo fundamental y el refinamiento. Solo mediante el trabajo artístico de desentrañar la gramática, mi pequeña estructura consigue aprehender la profundidad total y la escala de lo humano. Es el antiguo asunto de “Mejor haber vivido una vida consciente”. ¿Cuál es la alternativa, la vida de las fieras?

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     Han pasado ya horas desde que anocheció. En el vestíbulo del hotel, sentimos que podríamos continuar conversando durante días. Este es el prodigio de la poesía: el tiempo, el espacio y el lenguaje superan sus coordenadas habituales y fluyen por el río único y transparente de los encuentros inesperados. Mañana, Scott partirá hacia la concurrida, multicultural y multiétnica Manhattan, y nosotros nos quedaremos aquí, en la plácida aunque antaño (y ojalá vuelva a ser así pronto) multicultural y multiétnica Cartagena. Hay muchos mundos en este mundo, y percibir cómo dos de ellos se acercan forma parte de los elementos mínimos y silenciosos de lo extraordinario. Parte del pacto, sin duda.


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